domingo, 25 de mayo de 2008

¿POR QUÉ HOMEOPATÍA PARA CURARNOS?

La Homeopatía es una rama de las Ciencias Médicas, esencialmente terapéutica, basada en el principio de la Similitud, el cual sostiene que: “una sustancia capaz de producir determinados síntomas en un individuo sano, es también capaz de curar esos mismos síntomas en un enfermo. Sus fundamentos fueron establecidos por Samuel Hahnemann, médico e investigador alemán a fines del siglo XVIII, es decir, hace más de 200 años! Los remedios homeopáticos son preparados a partir de elementos naturales: de origen vegetal, animal o mineral. Diluidos y dinamizados.

LA ENERGÍA VITAL es el principio que está presente desde el momento de la concepción, regulando la armonía de la trilogía vital: mente, cuerpo y espíritu. Sólo cuando está presente la Energía Vital es posible la existencia de un organismo vivo capaz de desarrollar una acción física, del ejercicio de las facultades mentales y con la capacidad para alcanzar las fuerzas espirituales. El ESTADO DE SALUD deviene entonces de la conservación de esta armonía, es decir: del Equilibrio de esta Fuerza o Energía Vital. Como el equilibrio a su vez, implica una situación permanentemente dinámica –pensemos en el equilibrista- cualquier alteración del mismo dará lugar a una alteración de todo el organismo. De acuerdo con este criterio, la ENFERMEDAD es: la expresión dinámica del desequilibrio de la Energía Vital, concepto de fundamental importancia y en el que se basa toda la acción terapéutica. Con Homeopatía podemos tratar a todas las personas. El tratamiento homeopático no apunta a un síntoma o conjunto de ellos, ni a una enfermedad tomada aisladamente sino al conocimiento de la totalidad del paciente. A través de la consulta-entrevista médica atendemos a esa totalidad bio-psico-social que es la persona y su historicidad (biopatografía). Dos pacientes pueden tener un mismo diagnóstico clínico (y es fundamental conocerlo), pero como cada uno es un individuo distinto, con una manera de ser y una personalidad propia, el diagnóstico medicamentoso y el remedio que se le indicará serán también diferentes para cada uno de ellos. Para la Homeopatía no existen enfermedades sino enfermos.

¿CÓMO Y POR QUÉ NOS ENFERMAMOS?

Además de lo que todos heredamos –la “predisposición”- y de los factores que ocasional o accidentalmente pueden enfermarnos (enfriamientos, excesos físicos, alimenticios, traumatismos, etc.) que son circunstanciales y pasajeros, las principales razones por las que nos enfermamos residen en nosotros mismos; de ahí que por ejemplo, frente a una epidemia de gripe (un mismo agente viral) unos se contagien y otros no, dependiendo del estado de salud previo, es decir del equilibrio interno de cada uno, que es lo que en definitiva determina el estado de su inmunidad y sus defensas. Todo esto deriva de cómo cada uno de nosotros vivimos y “procesamos” los acontecimientos de nuestro diario vivir, porque más allá de lo que nos suceda (siempre nos están sucediendo cosas), cada uno las vive a su manera. Porque todos somos diferentes, somos individuos. Así por ejemplo, frente a un mismo hecho, una situación tensionante (puntual o sostenida), un problema, un acontecimiento, o circunstancias naturales de la vida (como la adolescencia, maternidad, el climaterio), un duelo, etc. habrá quien reaccionará con enojo, o apenándose, lo sentirá como una injusticia o una decepción, muchos podrán llorar y otros tanto no podrán hacerlo, unos buscarán apoyo y consuelo, otros lo rechazarán; en fin, las formas de reaccionar son infinitas, como único es cada ser humano. A su vez, en el proceso de enfermar podemos observar tres niveles.

1) El primer nivel de expresión del desequilibrio de la Energía Vital es el Mental o Psíquico. Así ocurre siempre. Pensemos por ejemplo en una enfermedad bien conocida por todos como es el sarampión; lo primero que la madre le dice al médico es: “no sé qué le pasa a mi hijo, pero está desganado, llorón y no quiere comer ni jugar!” Tendrán que pasar algunos días para que entonces aparezca la característica erupción. Este primer nivel –psíquico- es el más importante, porque actuando sobre él se puede prevenir el desarrollo de afecciones funcionales y orgánicas posteriores. Creo que aquí bien vale la pena recordar el conocido refrán que dice: “más vale prevenir que curar”. Entonces no es ocioso insistir en que: cuando comienzan a surgir las manifestaciones psíquicas, espirituales, anímicas, muchas veces imprecisas o difíciles de definir, pero que de ninguna manera dejan lugar a dudas de que “algo nos pasa”, debemos consultar; porque estas manifestaciones son síntomas que a las claras ya están hablando de un desequilibrio de nuestra Energía Vital, es decir: estamos enfermos. Cuántas veces hemos ido a consultar porque nos sentimos así, o con el agregado de alguna molestia digestiva por ejemplo, y luego de haber sido exhaustivamente estudiados y para nuestra sorpresa el profesional nos dice: “los exámenes son normales, no tiene nada, todo está bien”. ¿Qué pensar? ¿Qué hacer entonces? “¡El doctor me dice que estoy bien, que no tengo nada, pero yo me siento mal!”.

2) De no atender a este desequilibrio el proceso de enfermedad continúa y se pasa a la segunda etapa (en la que el nivel mental ha sido superado), en la cual aparecen los síntomas a nivel Corporal o Físico. Los síntomas habrán cambiado, empeorado, y siguiendo con el ejemplo digestivo, ahora tenemos una gastritis. Pero en esta etapa los síntomas aún son de orden funcional.

3) Finalmente, y si no se logró restablecer el equilibrio, se pasa inexorablemente a la tercera etapa o Lesional, podrán aparecer entonces una úlcera, pólipos o un cáncer. Es decir, el trastorno funcional ha dado paso a una lesión orgánica.

Repasando lo antedicho podemos plantearnos entonces algunas consideraciones en pro de la salud: En primer lugar aprender a mirar y ver. Aprender a vernos y conocernos. Reconocer que si “algo nos pasa” ésos son síntomas, que como los destellos de un faro en la oscuridad son indicadores de que hay “algo más” que tendremos que atender, en este caso indicadores del desequilibrio de nuestra Energía Vital. No temer preguntarnos: “qué pasa?”… “¿qué me está pasando? No autoengañarnos diciéndonos rápidamente: “ya pasará”. No temer a nuestros propios miedos y dificultades, sino buscar ayuda para enfrentarlos. Consultar. Pero también aprender a reconocer nuestras cosas positivas, nuestras posibilidades y capacidades, porque de lo contrario estaremos falseando el resultado de nuestro propio balance.

En fin, saber que nuestra ARMONÍA Y EQUILIBRIO SON SINÓNIMOS DE SALUD Y BIENESTAR, ellos nos posibilitarán acceder a una mayor capacidad de rendir, crear y disfrutar; en definitiva, sentirnos bien con nosotros mismos y con los demás.

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